miércoles, 25 de julio de 2007

EL NUEVO MUNDO

Antes de nada dos avisos para que nadie se lleve a engaño. Primero. 'El Nuevo Mundo' no es como nos la están vendiendo, una superproducción épica sobre la historia de amor entre la princesa Pocahontas y el capitán John Smith, una especie de versión con actores de carne y hueso del clásico de Disney. Nada más lejos de la realidad. La nueva película de Terrence Malick son dos horas y media de puro cine de autor de una narrativa no apta para todos los públicos.

Segundo. 'El Nuevo Mundo' es una película imperfecta. ¿Por qué, entonces, quien esto escribe le pone cinco estrellas? Muy sencillo. Porque las dos primeras horas de metraje, hasta que aparece el personaje de Christian Bale y la película se convierte en casi una parodia de si misma, son de tan alto valor cinematográfico, artístico, que me faltan estrellas para poder valorarlo en su justa medida.

Dicho esto, y dejando claro que soy un admirador de la forma de hacer cine de Malick, para algunos demasiado 'arty', 'El Nuevo Mundo' me parece, admitiendo, repito, sus imperfecciones, una de las cumbres del cine de este director, un magistral poema visual capaz de sumergirnos en un estado de éxtasis hipnótico, de alucinación trascendental que, o te fascina dejándote al borde del 'síndrome de Stendhal' o la odias y te lleva al borde de la narcolepsia.

Un proyecto, y eso no admite discusiones, cada vez más difícil de encontrar en el cine de Hollywood desde la muerte de Kubrick. Sólo por eso, merece nuestro aplauso.

Lo mejor: Que le hayan dejado hacerla.

Lo peor: La media hora final. Malick, como es habitual en él, ha montado y remontado la película varias veces, pero esta última parte sigue sin funcionar. Lo que antes era poesía whitmaniana ahora se convierte en lirismo de todo a cien; empalagoso, afectado, cursi.

Momentazo: El comienzo. Sin palabras, acompañado por el 'Das Rheingold' de Wagner y las hermosas imágenes fotografiadas por el nominado al Oscar Emmanuel Lubezki, asistimos al descubrimiento del Nuevo Mundo por parte de los colonos, y de los habitantes del Viejo Mundo por parte de los indígenas.

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