
El director no oculta que sólo está interesado en los elementos decorativos de la historia, un melodrama folletinesco, almibarado como pocos, del que se muestra incapaz de sacar algo parecido a una emoción humana de unos personajes convertidos en simples perchas danzarinas donde colgar lujosos kimonos. El problema es que
'Memorias de una geisha' ni siquiera funciona como puro virtuosismo formalista, como lujoso y pintoresquista envoltorio visual. Su hueco esteticismo es tan hortera como una figurita de Lladró, adornando una historia más falsa que las lentillas azules de la protagonista. Sin duda, uno de los grandes fiascos de la temporada.
Lo mejor: la labor de ambientación. Un trabajo excelente cuyos logros se ven disminuidos por lo inane de la propuesta.
Lo peor: todo lo demás.
Momentazo: El baile bajo la nieve. El único atisbo del talento visual para montar musicales que se supone tiene Rob Marshall.
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