
'El tiempo que queda' narra la historia de un fotógrafo de moda a quién se le diagnostica un cáncer terminal. A partir de ahí vemos cómo vivirá el protagonista ese 'tiempo que queda', desde la exploración del placer inmediato al ajuste de cuentas con su entorno o la búsqueda de la paz interior. Un argumento que recuerda a la fabulosa 'Vivir', de Kurosawa, (o a las más modernas 'Las noches salvajes' y 'Su hermano') y que Ozon expone con excesiva sensiblería, desajustes rítmicos y torpezas narrativas (los innecesarios, por sentimentaloides, flashbacks de la infancia). A pesar de ello, la película merece la pena por su final y, sobre todo, por la parte donde el protagonista visita a su abuela, interpretada por una espléndida Jeanne Moreau.
Lo mejor: Jeanne Moreau, o la abuela que todos querríamos tener (aunque queramos mucho a la nuestra).
Lo peor: demasiados desajustes de guión y secuencias que no funcionan: los flashbacks, el trío...
Momentazo: El final, tan bello, simbólico y playero como es habitual en Ozon.
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