martes, 18 de marzo de 2008

SWEET SIXTEEN

Hay películas que por su temática y sus intenciones trascienden una valoración crítica al uso. Son las llamadas “películas necesarias”. Y no es que escapen a un juicio crítico, hay “películas necesarias” malas (“Bwana”), pero que se salvan de la quema por la “necesaria” labor social que cumplen, por abrir los ojos a un realidad incómoda al acomodado espectador de cine. Las películas de Loach pertenecen a esa “categoría”. Ensañarse con filmes tan mediocres, pero tan “necesarios” por lo que denuncian, como “La canción de Carla” es de cobardes; hacerlo con megaproducciones hollywoodienses del tipo “Vanilla Sky” es “necesario”.

“Sweet sixteen” recupera mucho del mejor Loach (“Riff-raff”, “Ladybird Ladybird”) pero sin toda la capacidad emocional y denunciatoria de aquellas.

Lo mejor de la peli
Que después de películas tan dogmáticas y panfletarias, aunque coherentes con su filmografía y de un activismo digno de aplauso, como “La canción de Carla” o “Pan y rosas” y, en menor medida, “Mi nombre es Joe” y “La cuadrilla”, Loach haya dejado de lanzar proclamas desde un púlpito y haya bajado un escalón para filmar a un nivel más humano. Algo que siempre resulta más efectivo, y si no ver esa obra maestra del realismo social que es “Roseta”.

Lo peor de la peli
Que para un seguidor del cine de Loach, y salvo contadas secuencias, “Sweet sixteen” apenas sorprenda, dejando una molesta sensación de déjà vu. Y ahí es cuando te preguntas: ¿por qué no pasa lo mismo con directores como Woody Allen, que siempre cuentan lo mismo pero no dejan de sorprenderte?

Momentazos
El final de la película. O como una secuencia tan sencilla puede contener tan complejos y ambiguos significados.

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