
Mel Gibson es una estrella que ha rodado una película sobre un argumento que todos nos sabemos, de ahí que los riesgos lingüísticos no sean para tanto. Y lo ha hecho con los peores vicios de las superproducciones de Hollywood: pretenciosa, ampulosa, enfática y llena de subrayados que acaban mermando la verosimilitud que supuestamente pretendía con su apuesta idiomática.
A diferencia de la mejor película hecha sobre la vida de Cristo, 'El evangelio según San Mateo' del director gay Pier Paolo Pasolini, Gibson se decanta más por el espectáculo visual y el detalle morboso, que por el discurso filosófico y revolucionario de Cristo, apenas dado en alguno de los flaskbacks que rompen el ritmo de la película.
A pesar de su indudable impacto visual, los defectos de la película son tantos (véase el apartado 'Lo peor de la película') que acaban por imponerse a las escasas virtudes que atesora.
Lo mejor: La secuencia de la crucifixión, de gran fuerza dramática e impacto visual.
Lo peor: Los agotadores ralentíes, lo prescindible de algunos flaskbacks (como ese donde se intenta reflejar lo felices que fueron madre e hijo juntos), la ridícula presencia del Diablo, y esas metáforas tan cursis como la de la gota de lluvia que cae del cielo cuando Cristo muere... ¿está llorando Dios?
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