miércoles, 27 de febrero de 2008

LA PASIÓN DE CRISTO

Se podría pensar que 'La pasión de Cristo', hablada en arameo y latín, es el colmo de la extravagancia intelectual, el capricho de un beato adinerado que se toma la película como un acto de fe y amor a su dios. Algo de eso hay, pero poco.

Mel Gibson es una estrella que ha rodado una película sobre un argumento que todos nos sabemos, de ahí que los riesgos lingüísticos no sean para tanto. Y lo ha hecho con los peores vicios de las superproducciones de Hollywood: pretenciosa, ampulosa, enfática y llena de subrayados que acaban mermando la verosimilitud que supuestamente pretendía con su apuesta idiomática.

A diferencia de la mejor película hecha sobre la vida de Cristo, 'El evangelio según San Mateo' del director gay Pier Paolo Pasolini, Gibson se decanta más por el espectáculo visual y el detalle morboso, que por el discurso filosófico y revolucionario de Cristo, apenas dado en alguno de los flaskbacks que rompen el ritmo de la película.

A pesar de su indudable impacto visual, los defectos de la película son tantos (véase el apartado 'Lo peor de la película') que acaban por imponerse a las escasas virtudes que atesora.

Lo mejor: La secuencia de la crucifixión, de gran fuerza dramática e impacto visual.

Lo peor: Los agotadores ralentíes, lo prescindible de algunos flaskbacks (como ese donde se intenta reflejar lo felices que fueron madre e hijo juntos), la ridícula presencia del Diablo, y esas metáforas tan cursis como la de la gota de lluvia que cae del cielo cuando Cristo muere... ¿está llorando Dios?

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