La gran virtud de una superproducción como 'Troya', como también pasaba con la reciente 'Master & Commander', es que la historia (lo que cuenta) está a la misma altura que los efectos digitales (cómo lo cuenta). Los responsables de esta gran película épica han conseguido un equilibrio perfecto entre espectacularidad e intimismo, entre la acción física y la emocional, entre los alardes puramente visuales y la intensidad dramática dada por el guión y la interpretación de los actores. La película deslumbra a partes iguales por su virtuoso diseño de producción (decorados, vestuario, aportaciones digitales), sus impresionantes escenas de acción (las batallas) y la intensidad emocional de su argumento. Toda una tragedia griega.
Lo mejor: que los personajes son de carne y hueso, no meras marionetas estereotipadas al servicio del departamento de efectos especiales.
Lo peor: la historia de amor entre Paris y Helena. Está mal trabajada en el guión y peor interpretada por una sosa Diane Kruger y un limitado (y cada vez más encasillado) Orlando Bloom. No nos creemos en ningún momento que por dicha pareja se declare una guerra como la de Troya.
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